42 Epílogo. El siglo XIX

Epílogo. El siglo xix: crisis del feudalismo y contemporaneidad. Hipótesis sintética e interpretativa

 Fig. 325: Nada sabemos de la posible incidencia de la guerra de la Indepencia en Aguilar. Tras el reinado de Fernando VII, violentamente convulsionado entre la restauración absolutista y la revolución liberal, la adopción del liberalismo moderado a partir de 1833 como compromiso de las élites y modelo político de la monarquía española, significó la construcción del Estado nacional español. La actual organización provincial, siguiendo el modelo de departamentos francés, fue diseñada por Javier de Burgos ese mismo año, y supuso la integración de Aguilar en la provincia de Teruel. Pasó a ser un municipio con personalidad jurídica con el proceso de municipalización desde 1834, y en ese mismo año, con la organización de los partidos, la localidad quedó incorporada en el partido judicial de Aliaga. En la imagen, placa cerámica del Barrio Pérez.

Placa céramica en el Barrio Pérez
                                               

Figs. 326 y 327: Las nuevas disposiciones políticas del Estado liberal supusieron la disolución de la Comunidad de Teruel, producida en 1833. La Diputación Provincial se hizo cargo de la administración y enajenación de los bienes de propios. Las primeras políticas liberales, junto con la incipiente formación de un mercado nacional, el sesgo de las desamortizaciones de bienes eclesiásticos y comunales, y la ampliación de las relaciones de producción y explotación capitalistas sobre una economía que partía del agotamiento del siglo xviii y de las visicitudes bélicas y políticas del primer tercio del xix, fueron el caldo de cultivo de un descontento campesino que floreció en el Bajo Aragón y en la tierra alta turolense durante décadas y que alimentó el fuego de las guerras Carlistas. No parece que el carlismo tuviera la misma implantanción en Aguilar que en estos lugares, sin embargo la incidencia de estas guerras civiles en Aguilar fue apreciable.
En la primera guerra la localidad fue ocupada por ambos ejércitos, y abasteció de leña al isabelino, que también ejecutó obras de fortificación. Además se desarrolló una batalla de cierta entidad en Aguilar entre el ejército de Espartero y las guerrillas carlistas, en la que éstas, posiblemente, acamparon cerca del Remolinar (en la imagen 326). Fuentes orales nos informaron de que aquí aparecieron a principios del siglo xx o finales del xix, fruto de la erosión del terreno, restos humanos que en ese momento se asociaron a fusilamientos habidos durante las guerras carlistas. En la tercera guerra carlista (1872-1876) se produjo la ocupación de Aguilar por fuerzas carlistas, episodio del que queda constancia en el Archivo Municipal de Aguilar: “Datos del 1.º volumen de los libros de nacimientos: este cuaderno se salvó de la ocupación por los carlistas, el día 22 de octubre de 1873, en que arrebataron los demás que componían el registro civil” (en la imagen 327).
                                                   
                                                                 El Remolinar                                                                   


                                      Datos del 1.º volumen de los libros de nacimientos

Figs. 328 y 329: Coincidiendo con el fin de la primera guerra carlista se sucedieron cuatro décadas de expansión agrícola. También jugaron a favor las reformas liberales, que priorizaron un uso agrícola del suelo, “agricolización” en detrimento de los usos pecuarios y forestales. En la buena rentabilidad de los precios agrícolas fueron esenciales los cambios institucionales del liberalismo moderado de la primera mitad del siglo xixy la formación de un mercado nacional de cereales protegido. En Teruel el crecimiento agrícola fue extensivo y no derivado de las mejoras de las técnicas agrícolas, y las nuevas roturaciones se produjeron sobre los suelos desamortizados, principalmente zonas de pastos comunales una vez desaparecidos frenos a la roturación, especialmente de la Comunidad de Teruel como defensora de los intereses de los ganaderos trashumantes.
A partir de 1880 se produjo una caída de los precios agrícolas que redujo drásticamente la rentabilidad de la actividad en la sierra turolense, sin disminuir la periferización respecto de Valencia y Cataluña. El origen estuvo en la formación de un mercado internacional de materias primas ante el cual la producción del interior de España estaba en desventaja. La menor competitividad en precios de la agricultura turolense se debía a una localización montañosa, a unas comunicaciones que no se habían renovado, y a una tecnología tradicional en la que lo fundamental era el recurso a la fuerza humana y animal. En las imágenes cultivos en Villallano y vista de la hoya de Aguilar desde Jorcas.

       
                                            Cultivos de cereal en la partida del Sargal

 
                        Aguilar visto desde Jorcas,en el centro la Ermita de Santa Agueda

Fig. 330: En la crisis de la ganadería, muy particularmente la trashumante, a la pérdida de mercados tradicionales de la lana turolense se unieron los efectos de la expansión de las roturaciones sobre los suelos ganaderos desamortizados. Con el auge agrario vivido entre 1840 y 1880 los ganaderos trashumantes vieron cómo los pastos de invernada en Valencia se redujeron y aumentaron los costes derivados del arriendo de los que quedaban. A partir de 1880, la ganadería, al igual que la agricultura, experimentó los efectos derivados de la formación de un mercado internacional de materias primas en el que el algodón estaba en pleno auge.
Desconocemos hasta cuándo se mantuvieron las dehesas de propios del Enebral, el Collado y los Barrancos, pero lo cierto es que debieron roturarse en este siglo. También debieron roturarse apreciables extensiones de las dehesas comunales Alta y Baja (en la imagen), y del Prado Concejo. Aún sobrevivieron algunas zonas de prados hasta que los incentivos de la PAC de la Unión Europea movieron a su roturación. Otras zonas comunales de pasto que debieron menguar serían las asociadas a la dehesa fluvial del Alfambra, las laderas del Hontanar, el Gascón y la Carigorda y Cañaseca.
 
                                                               Las Cuerdas

Figs. 331 y 332: La desamortización también afectó a algunas parcelas de secano propiedad de la parroquia de Aguilar. La roturación de los antiguos espacios de pasto comunales y de propios fue consecuencia de las políticas de desarmortización liberal, aunque desconocemos si en cierta medida el producto obtenido de su enajenación sirvió para compensar las pérdidas de ingresos municipales procedentes de los arriendos de las hierbas de los antiguos propios. Las más propiedades desamortizadas cotizadas en la provincia de Teruel fueron las urbanas (489) y 58 molinos harineros, que suponían hasta ese momento una fuente importante de financiación para los ayuntamientos, circunstancia que contribuyó a su empobrecimiento. Uno de estos molinos desamortizados fue el de Aguilar. En la imagen Molino Nuevo y restos del Molino Viejo. La dehesa de la carnicería no se desamortizó y funcionó hasta hace unas pocas décadas, así como la dula.



                                                 Molino Nuevo de "San Antonio"


                                                  Molino Viejo en el Remolinar

Fig. 333: Dentro de la desamortización de bienes comunales se produjo el cambio de titularidad de las grandes extensiones de montes blancos. El proceso de fondo sobre el que se produjo fue el de la abolición de la Comunidad de aldeas y las Ordinaciones. Con ello se puso fin a la superposición de derechos entre concejo y Comunidad, pero con la desamortización se abrió la puerta a la propiedad privada y a un proceso en el que, por tanto, pasaron a intervenir intereses particulares, y que se concretaron con la constitución de un pro indiviso de 1/10 sobre todos los montes blancos de la localidad entre el ayuntamiento y la Casa Muñoz. En la fotografía, pastor y ganado en los antiguos montes blancos del entorno de la Virgen de la Peña.


                         Pastor en el Canto de la Virgen.Al fondo, las hoces del Alfambra

Figs. 334 y 335: La situación forestal de los montes blancos de Aguilar debió alterarse enormemente desde la diversidad descrita para época foral hasta el predominio de la deforestación de los actuales eriales. Sabemos que Aguilar suministró leña al ejército isabelino durante la primera guerra Carlista. Igualmente sabemos que se produjo una serie de incendios que según la tradición popular acabaron con los pinares de los montes blancos de las Cuerdas. Sin embargo, debió tener más importancia el cambio de usos del suelo derivado de las desamortizaciones y la crisis de la trashumancia. La secuencia sería, según nuestra hipótesis, la siguiente: se produjo un aumento de la ganadería estante derivado de una reducción de la cabaña trashumante; a ello se unió la desaparición de las dehesas de propios y la gran reducción de los pastos comunales, lo que llevaría a los rebaños aguilaranos a acceder con más intensidad a los antiguos montes blancos en los que habría enebrales como los de la imagen 334 sobre la raya de Galve. Estos montes se encontrarían laminados por eventuales catástrofes y por usos forestales más desregulados. Todos estos factores evitarían una costosa regeneración antaño basada en el cerramiento de tajadales y vedas al ramoneo de zonas podadas. Al impedirse la normal regeneración de la capa vegetal, el frágil suelo de un dominio de clima tan extremo se perdería en poco tiempo fruto de la erosión, dajando el actual paisaje predominante (fotografía 335).


                                                                 Enebral


                                               La Muela vista desde La Sierra

Figs. 336, 337 y 338: La población aguilarana alcanzó sus máximos demográficos registrados, 525 habitantes, en 1887, lo que sería fruto del crecimiento económico de las décadas centrales del siglo y de la llegada de ciertos avances médicos. Sin embargo, las cifras de 1900, con 472 habitantes, ya reflejan la crisis de la agricultura iniciada dos décadas antes. Este descenso ha sido sostenido hasta la actualidad desarrollándose una fortísima tendencia a la emigración. Un ejemplo significativo fue el de Gaspar Blasco Teruel, natural de Aguilar y padre del escritor Blasco Ibáñez, que siendo muy joven y con ganas de hacer fortuna emigró a la ciudad de Valencia. En la fotografía 336 su casa natal. En la 337 y 338, peirones en recuerdo por fallecidos por rayos en este siglo.


                                                    Casa de la familia Blasco


                                                     Peirón en la fuentecilla

     
                                                     Peirón en el puente viejo

Figs. 339 y 340: A finales del xix y principios del xx el artesanado de Aguilar estaba limitado al ámbito doméstico y destinado a un abastecimiento local y comarcal: dos telares, dos esparteñeros, un pellijero, cuatro cesteros, dos sastres, cuatro caldereros, dos herreros, un carpintero, un relojero, un cantero y once aljezadores y albañiles, a los que habría que sumar otros como aquellos que se dedicaban al trabajo del hueso, el cuerno, el pelo de caballo y la realización doméstica de zuecos. Muchos de estos artesanos lo eran como complemento a su actividad agrícola, síntoma de su insuficiencia. Los relacionados con la construcción podrían haberse empleado en la expansión y consolidación de la expansión urbana del Barranco y la calle Pérez, así como en la fuente nueva de la fuente-abrevadero del Bacio (fig. 339). La producción que aparentemente tuvo una comercialización de radio más amplio fue la del cantero, cuyas ruedas de molino, pilas y piedras de afilar llegaban hasta el Bajo Aragón. En la imagen 340, antigua cantera de piedra de amolar del Cerrico.

                                                 Fuente del pueblo y bacio


                                                  Cantera de piedra en El Cerro

Arquitectura monumental de la época: el Ayuntamiento
Figs. 341 y 342: Tradicionalmente se data al Ayuntamiento como un edificio del siglo xix, sin embargo dicha cronología, en especial la de su ubicación, genera ciertas incertidumbres. En cualquier caso el edificio actual, probablemente de principios del siglo xix, sigue una tipología antigua y sería parecido al anterior edificio consistorial con lonja (de dos arcos rebajados apoyados sobre una columna central) y graneros, «los Granericos», espacio con entrada independiente y ubicado en la falsa del edificio, hoy en día rehabilitado para usos culturales.




                                      Ayuntamiento de Aguilar y la Plaza del Aguila


                                    Ayuntamiento de Aguilar y la Plaza de la Herreria
(Inigo Fernández, I. A.; Paricio Hernando,J.L).. Con la tecnología de Blogger.